Leer en los labios
¿Es verdad que me
necesitas?
La sola idea nos
contradice. En realidad no sé nada de ti y tú ignoras que existo. Pero, entonces ¿Cómo es que viniste a decirme que
me necesitabas de veras?
Aquí sentado frente a
mí, completamente solo, rodeado de gente
desconocida, de aromas mezclados y de notas de blues te atreves a lo que nunca dejamos ocurrir. Abandonado a
mis brazos, te sostengo enamorado, de rodillas en el café.
¿Por qué contesto con premura a tu llamado? Querido, los cristales rotos por donde solíamos ver el
cielo, después de hacer el amor, se
renovaron y puedo ver otra vez que los
árboles muestran los nidos al desnudo, ojalá pudieras ver que las aves
emigraron hace rato. Así es, la vida se viene a prisa y sin darme cuenta se va.
No quiero que llegue la primavera sin hablar, hablo poco, dicen. No quiero que
llegue la hora y tenga que marcharme dejando cuentas pendientes, aunque, quien
sabe, tal vez no importa cuánto se prepare uno, y la premura con que se haga,
ni las precauciones que se tomen en la vida,
ni las preguntas que se apresure a responder o a buscar respuesta, la
muerte siempre deja preguntas sin responder. Cigarrillos a medio fumar…
Me adivinaste los
sueños, miras los terciopelos rojos en la pared y hasta unas fotos mandas de tu rostro interno,
ese diablillo travieso. Esta vez no sé
qué contestar. Ordenas otro licor. Yo no
lo rechazo.
Tienes algo que decir,
dilo ya. Yo vivo contenta con un hombre bueno. Y tú igual, eres feliz. Si te soy franca, pienso que todos tenemos no
sólo un rostro, él tiene los suyos conocidos y desconocidos. Tú tienes muchos
rostros internos, más tú eliges cuál quieres mostrar, el enmascarado proyector,
para el resto, bastará leer el movimiento de los labios.
No hace falta decir
más. Te leí los sueños, amor.
Beatriz Osornio
Morales, imagen de la red.