lunes, 21 de mayo de 2012


Leer en los labios



¿Es verdad que me necesitas?

La sola idea nos contradice. En realidad  no sé nada de ti  y tú ignoras que existo. Pero,  entonces ¿Cómo es que viniste a decirme que me necesitabas de veras?

Aquí sentado frente a mí, completamente solo,  rodeado de gente desconocida, de aromas mezclados y de notas de blues te atreves  a lo que nunca dejamos ocurrir. Abandonado a mis brazos, te sostengo enamorado,   de rodillas en el café.

¿Por qué contesto con  premura a tu llamado? Querido,  los cristales rotos por donde solíamos ver el cielo, después de hacer el amor,  se renovaron y puedo ver otra vez  que los árboles muestran los nidos al desnudo, ojalá pudieras ver que las aves emigraron hace rato. Así es, la vida se viene a prisa y sin darme cuenta se va. No quiero que llegue la primavera sin hablar, hablo poco, dicen. No quiero que llegue la hora y tenga que marcharme dejando cuentas pendientes, aunque, quien sabe, tal vez no importa cuánto se prepare uno, y la premura con que se haga, ni las precauciones que se tomen en la vida,  ni las preguntas que se apresure a responder o a buscar respuesta, la muerte siempre deja preguntas sin responder. Cigarrillos a medio fumar…

Me adivinaste los sueños, miras los terciopelos rojos en la pared y  hasta unas fotos mandas de tu rostro interno, ese diablillo travieso.  Esta vez no sé qué contestar. Ordenas otro licor.  Yo no lo rechazo.

Tienes algo que decir, dilo ya. Yo vivo contenta con un hombre bueno. Y tú igual, eres feliz.  Si te soy franca, pienso que todos tenemos no sólo un rostro, él tiene los suyos conocidos y desconocidos. Tú tienes muchos rostros internos, más tú eliges cuál quieres mostrar, el enmascarado proyector, para el resto, bastará leer el movimiento de los labios.

No hace falta decir más. Te leí los sueños, amor.



Beatriz Osornio Morales, imagen de la red. 

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