jueves, 6 de febrero de 2014

Hampton y Los Perros Callejeros


En Hampton no hay perros callejeros como en mi país. Quizá cualquier persona se sienta afortunada de caminar por calles limpias, sin riesgo de pisar un excremento, o encontrarse observando mancuernas  a plena luz del día, o de ser envestida por el desagradable olor de las manadas. En lugar de eso caminar escuchando el canto de una gran variedad de pájaros que hacen pensar en que estos, se corresponden de árbol a árbol, de techo a techo, a nido, a barda. Puede uno dejarse llevar por el revuelo de ver caer hojas a su paso, sin que los carros disminuyan de velocidad, y sentir bajo los pies la música de la hojarasca. En  Hampton hay muchos árboles, demasiados, en verano el verde oprime la ciudad. En la primavera cuando todo florece, esa masa verde  se convierte en  alfombra de colores y fragancias que de tantas, son irreconocibles.   El otoño es una fiesta de luces y cielos perfectos, pero no hay perros callejeros en Hampton, si a caso, uno que otro gato vago que no se acerca.

En los parques, los comuneros sacan a pasear a sus mascotas,  van preparados con bolsas de plástico  en caso necesario, dejan que los niños acaricien a los cachorros, los encuentros casuales son placenteros,  supongo que cualquier  persona lo agradecería, pues parece  que a esta gente, es la única razón que los saca de sus casas a caminar. Salen siempre en el carro. Llega el invierno y la cosa no es tan cruel  en Hampton, rara vez caen fuertes nevadas, de peligro, pero el hielo sí es severo, si la gente poco sale a caminar en otras estaciones del año, en invierno mucho menos. Un poeta diría que el frío asusta hasta los follajes de los árboles,  que se vuelven hacia sí mismos en un verdadero sueño, el sueño de las raíces altas que salen a tomar un paseo etéreo.

Muchas especies de animales emigran de aquí,   a otras solo se les ve en su paso hacia el sur. He visto pájaros azules, les llaman blue jays, mapaches, ardillas,  pero no sé si esas emigran; se les ve siempre  y donde quiera, petirrojos, muchos en primavera y verano, luego a principios de otoño otras bandadas de distintos colores pasan siguiendo las ondas del calor, es un verdadero espectáculo  la emigración,  conejos también he visto curiosear en mi patio trasero, tortugas y uno que otro gato vago que ni excremento deja porque lo han amaestrado  para solamente hacerlo en su caja de arena.

A mi casa han llegado como tres generaciones de mantis religiosas, no sé si porque la primera vez que vimos uno, lo adoptamos de mascota por varios meses, le comprábamos grillos para comer (semejante barbarie, pero es lo que comen) hasta que ovuló y se murió; el siguiente verano llegó otro mantis, estaba en el mismo lugar que el anterior,  ya no quisimos adoptarlo,  a la mejor también ovuló por allí, porque este verano pasado nos llegó la visita de otro que parecía replica del primero. Es raro pensar en que quizá vienen siguiendo alguna señal, una brújula o su información genética los guía hasta su destino final, literalmente.
He visto pasar las mariposas monarcas hacia el sur solamente una vez, sentí ganas de irme con ellas pues sabía que terminarían llegando a Michoacán.


No hay perros callejeros en Hampton, y puede que alguna otra persona lo agradezca, pero lo que es yo, los extraño. Mis vecinos tienen un puddle francés y a veces, cuando  escucho que ladra insistente mente,   voy a tocarles la puerta para que me dejen sacarlo a pasear, confieso que más de una vez he sentido  ganas de dejarlo escapar. Cuando estoy a punto de desatarle el collar caigo a la cuenta de que una mascota no sobreviviría largo tiempo en la calle, no aquí, regresaría fácilmente a su hogar, si no lo intercepta antes la perrera o lo atropella un vehículo con uniformados, hay muchos.




Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

18 comentarios:

Fina Tizón dijo...

Esos perros callejeros de los que hablas tal vez no pisen las calles porque que fueron atropellados tras el abamdono de sus "amos" o, tal vez, sea que no existen amos crueles y todos, mascotas y amos, viven en comunidad. El problema es que las mascotas, y hablo de los perros, esos fieles amigos del hombre, también aman la calle y les gusta relacionarse con los de su especie sin ir atados a cadenas, pero la evolución va acompañada de modelos "cívicos" de ese tipo. Yo recuerdo que en mi infancia esos animales no eran solo mera mascota, y creo que se sobreentiende sin necesidad de extenderme más.
Abrazos, Beatríz
Fina

Rafael dijo...

El perro es un fiel animal de compañía que cubre muchos espacios y carencias.
Un abrazo.

Ester dijo...

Cada vez hay menos perros callejeros en las ciudades, pero sigue habiendo excrementos, pues aunque los perros van atados con un correa los dueños no se ocupan de recoger lo qu ensucian, lo que da mala fama a los perros cuando los culpables son sus dueños. Un abrazo guapa

Unknown dijo...

¿Sabes qué ...? Debe ser un lugar paradisíaco, pero demasiado perfecto, me parece.
me quedo con lo mío que si algo tiene es imperfección ... pero es mío.
Siempre escribes maravillosamente. ¡me encanta !
Besos del alma :)

taty dijo...

Detrás de ese paraíso de letras que describen tantos paisajes y olores de una manera tan linda, se lee una gran nostalgia: en los perros, en las mariposas.

Un abrazo!

Narci M. Ventanas dijo...

Me aprece a mí que lo que transmite tu precioso texto es lo que por Galicia llaman "morriña", y es que supongo que por muy maravillosa que sea la tierra adoptiva de alguien, siempre se echa de menos la tierra natal y se tiende a idealizar todo aquello que dejamos atrás.

El recuerdo que yo tengo de los perros callejeros en el puebecito donde mis padres nacieron y se criaron, es el de perros asesinos que atacaban a los perritos pequeños incluso cuando los llevabas con su correa, y que acabaron por atacar también a la gente. Claro que se trataba de perros que habían sido adiestrados para la caza, y que cuando ya no servían o el dueño no los necesitaba los dejaba en libertad, ¡auténticos lobos, vaya!. Ahora ya no hay perros de ese tipo en el pueblo, en invierno es raro ver un sólo perro, y en verano los pocos que hay van siempre con sus amos, claro que en invierno casi no hay ni personas, así que los gatos se convierten descaradamente en los dueños del lugar.

Besos

José A. García dijo...

Terrible ha de ser una ciudad en la que ni lo perros quieran quedarse pero así deban hacerlo los hombres (y mujeres). Terrible.

Saludos

J.

Berta Fernández-Viña Fernández dijo...

Estupendo post!!!Un saludo

Jo dijo...

a veces, me da mucha tristezq encontrarme a muchos... maltratados, con ojitos llorosos, asustados, ajados...

a veces quisiera tener tanto dinero para poder arroparlos o mas espacio
o mas corazón....

pero caigo en cuenta que no podré
tengo frustración y no tendré ni dinero...

ni conciencia de lo que estoy a punto de hacer si recojo uno mas....

BEATRIZ dijo...

Pues una ciudad sin perros es como una ciudad sin gente...ya. Ellos también necesitan socializar con los de su raza.

Estoy pensando en hacerme de un perro como mascota, pero el problema es que no caliento lugar en casa, siempre estoy yendome hacia algún lado ¿Qué sería de mi mascota cuando no haya nadie en casa?

De niña tuve muchos amigos caninos, los tengo en mi memoria como esos buenos amigos que siempre forma parte de ti.

Gracias amigos, por pasar por aquí y dejar su huella.

Gizela dijo...

Bello texto Beatriz!
Pero sabes? yo no añoro los perros callejeros de Venezuela
Me dan demasiada lastima, verlos presas fáciles de hambre y enfermedades
He disfrutado lindo, de sentir esas bellezas que te rodean en Hampton y me he reido con ganas
A mi nunca se me hubiese ocurrido adoptar un Mantis jajaja!!!
Genial escrito!!!
Besosssss

Julie Sopetrán dijo...

Beatriz, me trajiste el recuerdo de los blue jays, esos pájaros azules de California, ¿sabes? me encontré uno herido en el campus de Stanford, y lo cuidé, y se curó y venía en mi hombro, lo dejé escapar, sabes que allí te multan si te ven recoger uno... y sí, aquellas calles tan bien cuidadas y tan distintas. Hermoso texto. Te felicito. Un beso.

Dylan Forrester dijo...

Creo que se debería de desarrollar un programa para adoptar perros callejeros, sin duda.

Saludos.

Luis de Burg dijo...

maravillosa tu entrada, pues si en una ciudad no hay perros, es por la misma razón de que existan las perreras, personal encargado de recoger y atrapar a todos los animalitos que se encuentran en abandono, los mantienen por unos meses y al no encontrarles un hogar los sacrifican, eso es lo normal, puedes buscar todo tipo de información en la web, y te enterarás de que son sacrificados, es por eso que no existen perros callejeros en tu ciudad, es simplemente natural, ya que para eso existen las perreras, es hasta lógico, todo lo contrario sucede en mi país, ya que no existen perreras, por ningún lado, entonces en cualquier calle de cualquier ciudad puedes encontrar perros callejeros, flacos sin pelo, enfermos que se van muriendo por las calles sin que nadie se preocupe, hasta perros muertos en cualquier esquina pudriéndose, ya que el recolector de basura no quiere llevárselos, si existiera una perrera entonces no existirían perros callejeros..... besos!!!!

Tesa Medina dijo...

Los lugares demasiados "perfectos" me inquietan, y leo esa inquietud en tu magnífico relato, Beatriz, y un canto a la nostalgia de tus raíces.

Quizá por eso los habitantes de Hampton no pasean, con lo que a mi me gusta vagabundear como gato callejero.

Ahora vivo en Madrid, aquí los inviernos son duros, a diferencia de Barcelona donde vívía antes, pero a mí me encanta caminar por la ciudad y los parques.

Echo de menos el mar y a los gatos que vivían en mi barrio costero.

Un placer visitarte.

Besos,

Ester Del Pozo dijo...

Cuando estamos en otro mundo hasta las cosas más sencillas y curiosas se echan de menos. Un besito, muy buen texto (:

jfbmurcia dijo...

Yo seré una nueva mantis religiosa, aunque por mi género, no podré ovular. Un fuerte abrazo desde Murcia (España)

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Cómo aprovechas la ausencia de perros en Hampton, para hablar del invierno, las emigraciones de aves, de la vida en esta estación. Es la vida la que se mueve en este texto tan gráfico. UN abrazo. Carlos

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