Aquella noche inolvidable había una niña asomándose a la memoria de mis
padres. No supe de donde vino, cuando la vi ya estaba allí sosteniendo un
banquito que después colocó junto a la cama. Recuerdo que hacía viento afuera y
por la época del año, podía uno imaginarse el frío descomunal que rodeaba la
casa.
No trato de justificar un
acontecimiento de ésta naturaleza, por lo que me limito a dar cuenta de lo
ocurrido adentro, lo que la niña observó en pocos minutos.
Ellos duermen, duermen juntos y están tan lejos el uno del otro…
Mi padre es un niño flacucho y pálido que vive en su propio mundo, no
importan las tareas arduas en la tierra, dice que llegará a ser médico, pero de
qué manera si llega de la escuela a pulir los yugos, a ser el hermano mayor, y
a defender a su madre de los maltratos o la embriaguez de su padre.
Ella, mi madre no sueña, escucha, es lo que es, morenita como es, ha
sido y lo seguirá siendo. A ella le gusta ver las cosas como son, sin
engañarse.
Por otra parte, se puede ir lejos en el sueño. A veces, dormidos vuelven a su infancia y extrañamente
algo los une sin conocerse aun. Salen a jugar en la tarde, corren por los
prados aledaños, sin otro futuro que este y la inclinación de la tierra, sin
otra distancia que unos cuantos montículos de siembras.
Tras un gesto de condescendencia, la niña pone su manita en la frente del
cuerpo dormido de mi madre, como para enjugarle el sudor. La agitación que
mostraba mi madre hace unos momentos ha desaparecido.
A unos cuantos pasos de la carretera que lleva a la cabecera municipal,
un hombre joven cabalga en mula muy de mañana.
En el pueblo dicen que los domingos viene un peluquero muy apuesto, pone
su puesto cerca de la tienda de Don Hermes. Las muchachas de la finada Augusta
pasan por allí solo para mirarlo en su labor. Excepto Lourdes, la menor que
prefería quedarse a la salida de la iglesia a platicar con su pariente lejana
de Santa Rosa. Pero como es sabido que la curiosidad termina por vencer siempre,
el próximo domingo viene Lourdes a ser testigo por sus propios ojos.
El muchacho, sintiéndose observado por tres lindas muchachas que comen
un helado en la esquina, pule sus movimientos sobre un hombre casi calvo. Hunde
los dedos con maestría en el escaso pelo gris y hace sonar las tijeras con un
golpecito fino. Mientras imagina que la más linda, la de la sonrisa casi imperceptible,
la de las mejillas menudas y la mirada intensa, viene y le planta un beso. A su vez, Lourdes
se encuentra fascinada por las miradas rabo de ojo que el joven apuesto le
brinda, y el reflejo de las hojas metálicas de las tijeras que al ser movidas
en la luz, hacen pensar en misterios ocultos, “pero no, es solo la luz” se
convence Lourdes.
La chiquilla, sintiendo venir un bostezo de sueño, recoge el banco, piensa
unos segundos y no recordando el sitio donde debía acomodarlo, deja el banco en el mismo lugar. Echando a correr hacia la habitación de al
lado, se frota los ojitos, se recuesta y casi en seguida, se deja vencer por el sueño junto a los
cuerpos quietos de mis padres, segura de que mañana será otro día y con la
memoria prestada, estará más cerca de
ser grande.
Beatriz
Osornio Morales, imagen tomada de la red.
17 comentarios:
Precioso relato. Es todo ternura; desde la mirada de una niña que observa a sus padres en el transcurso de su sueño y piensa y se deleita y se imagina y es feliz en ese momento junto a su banquito real o imaginario.., no se si eres tú o sólo fruto de la imaginación, Beatriz, pero, da igual, Me encantó y me emocionó.
Un abrazo
Fina
Qué buen relato Beatriz, me encantó!
Besos.
El relato, la historia, es igual es precioso, con toda la sensibilidad extendida. Un abrazo Beatriz
De gran ternura tu entrada. Me hacia falta una dosis de eso. Gracias y un abrazote!
Es un relato evocador, tierno, algo melancólico pero hermosísimo de principio a fin. Tienes una magia en tus palabras que consigue emocionar al que lee.
Me encanta lo de la niña que crece a través de la memoria prestada, me encanta el puente que has tendido entre esas dos soledades que duermen juntas.
Bravo :)
Un beso.
El recuerdo, el pasado, el presente y la historia que hizo que llegaras a ese momento,bonito relato. Un abrazo compañera.
encantador, me ha fascinado el relato, tanto que lo he leído dos veces, fascinante como nos vas envolviendo en aquella dulce imaginación, mezcla de ilusión y fantasía, pero siniestra por contar con fantasmas y alguna especie de duende curioso, me siento endulzado por tus palabras y tu forma de desplayar toda la historia, más con el aviso de que van a despertar y ella buscando donde colocar el banquito, es tan preciso que por más que le busque no le encontraré errores, maravillado por tus palabras como siempre, besos
Un buen relato, bien estructurado y tierno.
¡EXCELENTE!
Felicitaciones!!!
Besos
Precioso relato. Seguro que todos tenemos algún recuerdo prestado, de esos que, a fuerza de escucharlos, acaban por ser tan nuestros como la vida que hemos vivido.
Besos
Hermosísimo relato que nos retorna a la infancia. Me ha encantado leerlo.
Me encanta el desdoblamiento para sumariar poéticamente a la familia, que hace la niña...bello. UN abrazo. Carlos
Los recuerdos en el presente acerca de la infancia, serán siempre un motivo exquisito para el escritor y los lectores.
Rica narrativa nos ofrece tu creatividad, imágenes en las que nos reconocemos muchos de tus lectores. Un abrazo Beatriz.
No sé si felicitarte por el argumento o por la forma en que está escrito, creo que hacerlo por las dos razones sea lo más adecuado.
Me gustó, si señor.
Un abrazo.
HD
Delicado, sencillo, dulce y muy bien narrado.
No me importaría continuar leyendo sobre las memorias a las que se asome esta pequeña.
Besitos.
Un relato realizado con exquisita ternura!
Muy emotivo, Beatriz, y muy bien escrito, por supuesto.
Saludos
J.
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