Hoy pienso en las ciudades que me formaron, que me dieron a beber su aliento de vida
y traigo aun, un poco diluido en las arterias del corazón, cosa de nada.
Describirlas, encuentro que es una cosa que no puede decirse tal cual, porque
se trata de decir algo que va más allá de lo físico, algo que no ha aprendido
el abecedario. No he podido encontrar la llave que abre la cerradura que guarda
el misterio. Pero voy a balbucear como un niño sobre ello a ver quien entiende.
Morelia es una ciudad con misterio, allí crecieron mis anhelos
adolescentes, entre los siglos de sus edificios de cantera, se me despertó algo en la piel. Todavía me deleita
el misterio de sus calles nocturnas donde deambulan mis pasos ilusos.
Hampton carece de misterio, es una urbanía peninsular de lo más
ordinario, a donde no llega la conmiseración de dios, y dios es el mismo
desconocido de siempre, el trago de la gracia entre conciencia y ebriedad, sus
veleros parqueados por meses ininterrumpidos. Hampton es invadida cada
anochecer por el ruido estruendoso de los aviones de milicia que practican hasta
altas horas. Un aire sin misterio asfixia.
En un día soleado he visitado York City,
la original de Inglaterra. Sus calles angostas se estrechan más en los
segundos pisos de las casas, York me hace pensar en el olor de las panaderías.
Hacia arriba la estrechez incrementa como un abrazo a punto de darse, contrario
a Nueva York que con sus rascacielos, expande el espacio, o brinda la sensación
de levedad, el cristal nos muestra los nuevos ideales del espíritu que vive en
elevadores de tiempo, y de ruidos urbanos. Ascendí por una mirada, subía hasta
los campos de olivos en España, y me conmovieron los aromas de Granada. En una
mañana fría, bebí el chocolate de Sevilla, su recuerdo es todavía un abrigo en
invierno. Londres es la ciudad de los laberintos, nunca pudimos salir de ella,
no en la luz del día, sino en la luz artificial del metro que nos llevó por
túneles y pasajes radiales. Tengo la sensación de que debo volver para
encontrarme con Ginia, y ver nuevamente los jardines reales de tulipanes, y
esta vez, cruzar cada puente del Thames.
Chicago, en su tiempo fue un momento fugaz de clarividencia, no sé de
qué otro modo describir su imagen clara y su simetría elegante. Wasington DC es
una ciudad holgada, cosmopolita y con cierta movilidad que escapa a las
palabras. Madrid, es un parque de esparcimiento, su arquitectura invita a descubrir el lado noble de su cultura. La vida
fluye en Madrid, se detiene en los barcitos de tapas, en la Plaza
del Sol, en sus museos, es un continuo encuentro la vida en Madrid.
Este es mi granito de arena, espero escuchar de sus ciudades lejanas, porque hay ciudades que encantan.
BOM.