Ayer el viento matinal
era un velo de música
algodón de azúcar desmechado,
sus pelusas un acto de vandalismo
bienvenido,
hacía lucir
lúbricas las hojas de los árboles.
El vuelo, su forma fue conmigo al mercado
vino, a donde quiera
que yo iba se colaba
sin invitación,
en la casa me siguió,
de la habitación al pasillo
y de vuelta en las
escaleras.
Todo indica que ayer
el mismo viento sintió
agitación;
la crónica se colgó de mi falda.
Las paredes se
convirtieron en opera
me sorprendieron comprando ropa.
Fue una llamada de
atención
lo comprendí en la
parada del bus,
donde me alcanzo el grito
categórico
del medio día.
Por un momento ceso el aire,
las palabras hablaron
de un viaje,
un regalo y un hijo.
Al salir de afuera me olvide de todo.
Pero hoy aquí adentro en el espejo
volvió a cantar el
pájaro del recuerdo.
Yo que sufro de
arritmia verbal
y pérdida de memoria,
salte dentro de mi
propia piel,
se agitó como polvo el
alma oscura y olvidada,
saltaron sus plumas desprendidas del azul.
Tome lápiz y comencé a
escribir, escribí algo
que no tiene parecido
con el aire matinal,
la epitomía del lirismo,
un canto.
Me fastidian las
repeticiones,
las rimas forzadas
solo tienen
que ver con los
hábitos de lo humano,
o acaso sean
reminiscencias de un vuelo innato.
B.O.M, imagen de la red.