En literatura no me interesa solamente contar algo, me interesa crear texturas distintas con las palabras. Si es en narrativa, un texto debe contener la historia y sus historias atmosféricas, alternándose, unas dentro de otras, lo material y lo inmaterial en el aire que se respira al leer.
En poesía, especialmente las texturas
con las que representar las emociones y los pensamientos son vitales, tan
importantes como complejo es su desarrollo, el cual rádica en encontrar la
flexibilidad justa en las palabras, con esto me refiero a su flexibilidad
interpretativa, tanto en su fonética, articulativa y ajustable como en su sentido cognitivo; un verso puede sugerir una o más de una
interpretación.
Contar historias sería simple si el
único fin fuera contar la historia. Contar una historia consiste en narrar una
serie de hechos (reales o inventados) que se aíslan del resto de la realidad.
El estilo es particular o impersonal, dependiendo del gusto descriptivo del
escritor. La trama escogida proporcionará a la historia su fuerza y movilidad,
por tanto hay una parte de planteamiento (identificación del problema o
conflicto) que contará con un climax, y el final que puede terminar en la
resolución del problema, o en un paisaje abierto, sugerente, por decir algo. Pero eso es solo el armazón, la receta; las
texturas son el verdadero contenido que experimenta un lector a la hora de su
lectura, y en parte lo que hará que recuerde un texto por su aire o atmósfera.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.