He viajado algo esta mañana. Primero estuve con Truman Capote en New
York, sentados en un restaurante de Manhattan frente a su millonario amigo, Gorge. Truman y
yo escuchamos a George narrar la
desesperada situación presente de su enredada vida. No basta ser millonario
para tener una vida envidiable.
Si pasas tiempo con Capote seguramente vas a experimentar momentos
contrastantes.
Truman que al principio pareció resistente a un encuentro con George, con quien según él no tiene nada en común, sin
embargo es su amigo, termina tomando le
las manos en la miseria de su sufrimiento, la soledad y la casi total pérdida
en el alcoholismo. Trata de confortarlo
y a la vez desea poder hacer algo para salvarlo de su desdicha.
“TC: (Al mesero) Que sea
sencillo.
George: (En tono poco agradable)
¿Estás diciendo que he tomado demasiado?
TC: Si tienes que regresar a la oficina, sí.
George: -No voy a regresar a mi oficina. No he estado allí desde
principios de noviembre. Se supone que tuve una recaída nerviosa, un breakdown
por exceso de trabajo y fatiga. Se supone que debo estar descansando
tranquilamente en casa, tiernamente cuidado por mi adorable esposa, quien se ha
encerrado en su cuarto de pintura, pintando barcos, un barco, el mismo maldito barco una y otra vez”
Y así, nos bosqueja George la
espiral de su desdicha. No importa contar detalles, ni apuntar el dedo a una
causa específica, a una persona específica, solo basta decir en este caso, que es
admirable la empatía del ser humano ante el sufrimiento, ojalá hubiese más
personas con empatía.
De New York a New Orleans, solo
me tomó voltear unas cuantas páginas para encontrarme en una banca de la plaza
Jackson, aprendiendo nuevamente parte de la vida de Truman Capote. New Orleans
es el lugar donde nació y creció, y escuchándolo hablar, no puedo evitar sentirme parte de su
soliloquio. Truman es un escritor que con frecuencia se presenta como un
personaje más de sus libros, quizá sea debido a su empeño en retratar la realidad lo
más fielmente posible. He dicho soliloquio solamente porque en esta serie
de relatos mayormente narra en primera persona, aunque en algunos
relatos de la misma colección maneja mejor el diálogo sin intervención de un
narrador, lo cual permite que la historia se vaya contando por los personajes,
sus decires y acciones, como en la vida.
“Aun así, un muchacho sale; y ahora estoy aquí de regreso en New
Orleans, mi lugar de nacimiento, mi antiguo pueblo, asoleándome en una banca
del parque en la plaza Jackson. Siempre, desde los días de escuela, mi lugar
favorito para estirar las piernas, y para ver y escuchar, para bostezar y
rascarse, y soñar, y hablar a solas. Quizá usted es una de esas gentes que
nunca habla consigo mismo, es decir, en voz alta, tal vez piensa que solo los
locos hacen eso. Personalmente, yo considero una cosa saludable mantenerse
acompañado de ese modo”
¿Y quién en este negocio de vivir no ha tenido momentos de soledad
acompañada? El que sea libre de pecado tire la primera palabra.
Y con esto los dejo para yo seguir disfrutando de mi café caliente.
Fragmento 1: Del relato: Hello Stanger, parte de la serie
de Conversational Portraits
Fragmento 2: Del relato Hidden Gardens de la misma serie.
Texto: Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.