jueves, 8 de mayo de 2008

REVOLUCION MECANICA


Un sueter color crema es el protagonísta de este relato, lo he tenido por más de un año. Puedo decir que pasamos buenos tiempos mi sueter y yo. Por su delicadeza exigía fuera lavado a mano, según las instrucciones de cuidado al reverso de la etiqueta. Sin embargo, esta noche me doy cuenta de que no puedo seguir obsecionada en cuidar los hilos frágiles de un sueter, asi que le digo adios, lo acaricio de arriba a abajo, lo presiono contra mi cara y... es mejor asi. Selecciono el ciclo delicados de la lavadora, lo dejo caer sin pensar en el deshilado alrededor del cuello, los puños y la parte inferior del sueter.
Al comenzar el Chaca-chaca, me cubro los oídos para no escuchar la tortura, pero veo por el círculo de la puerta que las mangas se retuercen, se enredan como tratando de estrangularse una a la otra, se estiran, se hacen nudo. Abrazadas al cuerpo retorcido por la revolución de la máquina, las fibras acremadas estan irreconocibles, perdidas entre la espuma del detergente y la aceleración para el exprimido.

Cuando la máquina vuelve a llenar para el enjuague, el sueter, aliviado, acerca el dorso al chorro del agua. Luego todo vuelve a dar vueltas de locura.

El ruido mecánico cesa ligeramente y el sueter respira tratando de safarse de aquel arrollamiento. Yo me apresuro a sacarlo del hoyo como si quisiera consolarlo. En realidad sólo quiero ver el estado en que quedo mi sueter predilecto. Esta inservible, acabado.

Entrada destacada

Sin que la noche sepa

  Plantaré flores sin que la noche sepa, lejos de todas las ausencias. Porque aún siento la oscuridad reírse en  mí,  con sorna, de lo cómic...