lunes, 12 de enero de 2009

LAS CIUDADES DE ADAN Y EVA I

------------------------------------
-----------------------------------------------------------
Las Ciudades de Adán y Eva
----------------------------------------------------------
--------------------------------------
I

Se dice que hubo un Creador antes que todo, que habiendo creado el cosmos, lo encontró solitario y decidió habitarlo. Así creó las ciudades de Adán y Eva.

En el principio de su historia, las ciudades estaban unidas por puentes colgantes con enredaderas sin flor. Los puentes, hechos de maderitas delgadas, talladas tan finamente que era imposible contar la cantidad de tablillas delgadas, frágiles pero duraderas sostenidas por bases de piedra ensambladas a los extremos, e hilos delgados, casi invisibles, que las unían entre sí.

En la parte que no estaban separadas por el agua, había un vasto erial desierto, con textura solida como si en otro tiempo, el erial también hubiese estado cubierto de agua. En esta parte, las ciudades estaban conectadas por mazmorras y subterráneos, escalinatas oscuras que subían y bajaban desde, y hacia distintos horizontes, se encontraba la salida solamente con antorchas de aceite. La mecha tenía que ser lo suficientemente larga para mantenerse ardiendo al menos dos horas, era lo que se tardaba en ver la luz brillar en las calles estrechas de Adán, viniendo desde los enredados laberintos de Eva.

Los habitantes de ambos territorios, sabían que pertenecían a una ciudad u otra por naturaleza, por el derecho de nacimiento. Nadie deseaba mudarse y todo el mundo respetaba la procedencia de los demás. Sin embargo, les gustaba sentirse extranjeros, así que viajaban con cierta regularidad.

La historia de estas dos ciudades fue por siglos, algo parecido a una historia de amor, hasta que un día, algo raro sucedió, un suceso presagiado solamente por el movimiento del agua. El agua se iluminó, como si gruesas ondas de la misma se traslucieran en cintas de ocre, dorado y azul. Este fenómeno duro solo diez minutos y poca gente pudo verlo, pero ninguno pudo explicarlo, ni Adán ni Eva. Después de eso, nada fue igual, razones no hicieron falta, por pequeñas excusas las ciudades se armaron una contra otra.
Beatriz Osornio MoralesPARADOXIA

Entrada destacada

Sin que la noche sepa

  Plantaré flores sin que la noche sepa, lejos de todas las ausencias. Porque aún siento la oscuridad reírse en  mí,  con sorna, de lo cómic...