martes, 4 de mayo de 2010

NO HAY RAZON PARA EL OLVIDO


Qué terrible quedarse quieto sin razón, ni de vivo ni de muerto...
Yo no me canso de oír el canto de los grillos, sus cansadas piernas alumbran ésta noche ciega en donde escribo.
Parece mentira que tú y yo, juntos ya no existimos.
Terquedad de tiempo, se ha ido, llevandose... tu boca en mi boca, tu lengua en mi oído; deja sólo tu muerte pequeña dentro de mí.

El tiempo es inamovible dicen, en alguna parte del tiempo siguen nuestro cuerpos abrazados, entibiando esa sustancia temporal de reloj, vaciándole las ganas de morir mis latidos en los tuyos, amandose en las calles oscuras, en los semáforos, en los sitios abandonados, buscándose.
Siguen las bocas deseando, suspendidas la una en la otra, inventando saliva en los pezones de un tiempo inasible. El tiempo mismo dirá.

Tiempo insaciable de nosotros. Esa incisión que haces en el metal con tu navaja de sueños, es como un piso de espejos donde tú y yo nos rompemos, nos multiplicamos hasta fragmentarnos en los otros, que no somos y que también nos son....

Seamos felices estando lejos, o no.

Pero éste instante, es la misma noche, la hora de espejos en el parque, en que seguimos penetrados de universo, baile de grillos, de boca en cuerpo, de piel dulce en la garganta, calle secreta que encontramos, humedad, vapor de ti, rumor de mi....


Beatriz Osornio Morales (algún día en junio del 2007)

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