Ayer una rara especie
de helicópteros sobrevolaban el cielo de Michaels Woods, helicópteros militares
debo decir.
La gente está
acostumbrada al ruido de los aviones de combate que realizan sus prácticas
aéreas con regularidad en los aires de este lugar. Sin embargo, lo de ayer fue
distinto. “¿Qué estarán planeando ahora las milicias imperialistas?” pensé para
mis adentros.
Puedo asegurarles que, con todo y que la gente oye esos ruidos a cualquier hora del día, solo algunos
notaron las extrañas aves volátiles, su ruido es diferente al ruido verde
seco de los raptores americanos, y su figura dista de la estilizada forma,
casi benigna de los aviones guerreros que contrasta con el arrastre de estruendos.
Su sonoridad parece surgir y girar al mismo tiempo de arriba y de abajo.
Los objetos volátiles
de ayer bien podrían ser helicópteros, por la similitud de su cuerpo y ruido, pero
en lugar de una hélice en la parte superior, estos tienen dos, una en cada
lado, al frente de lo que podrían ser alas, pero cortas. La cola sigue siendo
la de un helicóptero convencional, así como el tamaño mismo y el color de la
nave.
Volaban en series de
dos. Vi pasar al menos tres pares muy cerca de los techos, mientras imaginaba
la vibración que sentiría quien estuviera en el interior de una de esas casas.
Afuera, el ruido es fuerte pero las vibraciones no se perciben con la misma
intensidad, ni es tanta la molestia de no poder escuchar tu programa favorito
de televisión, e intentar adivinar las muecas como en el cine mudo mientras los
aviones pasan, o los helicópteros raros. Todo lo militar me sigue pareciendo
extraño.
Todavía pensamos en
mudarnos como hace siete años que llegamos a vivir aquí. Queremos buscar un lugar
más civil, aunque a veces dudo que se
pueda estar lejos, bases militares donde quiera existen, las
milicias son una costumbre humana.
Beatriz Osornio
Morales