Si observásemos consistentemente las sustancias de la
materia, haciendo parada en algunas de
sus variaciones, se llega a pensar que posiblemente hay sueños que se
desprenden de alguna sustancia material, que a lo largo del tiempo se van
convirtiendo en figuras de sustancias
inmateriales para la imaginación humana, mejor dicho, cobran las materias
mismas la sustancia del sueño y de la imaginación, como puede ser el caso de
ciertos personajes mitológicos, hay infinidad de ellos, pero se me ocurren dos casos particulares:
El Alehp de Borges por ejemplo, aunque se lo relaciona con un ser pequeño, cercano a
la tierra, un punto donde todo el ser sucede y se concentra, es posible que
contenga algo de alado en su composición. Para que el fuego de la imaginación
se encienda, es necesario un soplo de oxigeno.
Para la imaginación es esencial
la sustancia del fuego, elemento que impulsa e ilumina la vida,
transformando siempre el estado de las
formas; vida que no sería posible sin cierto grado de la mucosidad lograda por
el agua. Borges descubrió esa verdad elemental que transmitió en sus letras.
De tal forma, andando por las calles se van
encontrando seres extraordinarios, llamados a la mitología por una imaginación
profunda desde algún sueño, a ello se
debe la prolongación de su existencia y su identificación como algo que tiene que ver
con los hombres.
El Pegaso es un ser duro que se ha desprendido de la
tierra. De pronto, su fuerza de aire le da alas y rompe la piedra de su ser,
convirtiéndose en una continua caída ascendente, sin embargo, y pese a la
dureza de su forma compacta, necesita –aunque mínimamente- la materia del agua que lo mantiene unido; la
propulsión de un fuego casi imperceptible en la figura del Pegaso, es la
materia que transforma, y anima el deseo oculto de la tierra por
propagar la unión de su solidez con el aire inalcanzable en el que flota la
hermosa figura.
En éste momento en que solo se calcula la hora por
estar cruzando la línea del tiempo, sobrevolando la tierra, justo a la mitad
del océano, donde el atardecer va quedando atrás, y se sabe que el diferencial
entre aquel atardecer y el salto que hemos dado, son seis horas, calculo que
nos verá llegar del Oriente una media mañana en Hampton.
Como otra mitología,
hoy describo esta hora, desde la curva donde se comprime el vuelo, y el
tiempo queda sobrado por un lado, a donde
iré, y faltante en otro, donde estuve, pero intacto en su totalidad,
donde estoy. El lóbulo entre dos líneas flexibles que hacen resistencia en su
centro jalado hacia lados opuestos, dicha tensión es la simetría de la hora,
perfecta mitología de tiempo.
Beatriz Osornio Morales, imagenes de la red.