Un insecto se siente pesado como si llevase puesta una armadura de metal. Pero no es cualquier tipo de insecto, este se
sabe insecto, aunque después de mucho pensar, comprende que debe ser igual que otros insectos y que podría estar atrapado en un objeto
metálico.
Tratando de escapar, revolotea sin descanso. Las delgadas hojas que
forman sus alas, se mueven frenéticamente, emitiendo un sonido parecido al ruido de las moscas gigantes, pero más agudo.
Al volar alrededor de la
lámpara encendida, la fricción que producen sus movimientos emite un ruido
desgastante, aun así, la mujer que lee a la luz de la lámpara, ni siquiera nota
la diferencia entre esto y un insecto normal, es ofensivo para el insecto que se siente
distinto. La mujer ignora las
moscas el mayor tiempo posible, sabe que
al final, presa de la impaciencia terminará por matarlas apresándolas en la
palma de su mano, o aplastándolas contra algo con un trapo.
El insecto nota que la mujer sigue con la
mirada clavada al objeto amarillento entre sus manos. En un intento por atraer su atención, vuela sobre lo que parece un plantío vegetal
de especies negras, olivares bajo el crepúsculo quizá; la mujer enfadada, tira
un manotazo y la molesta mosca es derribada, ¡al fin!
Al bajar la mano, la mujer observa que una
gota de sangre cae en la página. El
dolor inaudito del golpe revela una oscuridad incompresible para ella, y
el insecto azul que por fin se muestra inerte parece un metal derruido, objeto inservible.
Beatriz Osornio Morales , imagen tomada de la red.