Cabe todo en el
verano.
Tú a mil millas en
tu vida, centro de tu centro,
en plenitud de día
y de noche
y lo que se topa
contigo.
Cabe la mujer
meridional a quien se le fue
una hija a la
universidad.
Cabe la desmedida
humedad de Hampton,
sus pesadas frondas y el invierno de
sur.
A veces pienso que
hay dos veranos
como hay dos de
todo, lo que sé y lo que no sé;
el verano del sur es
el invierno del norte.
El tiempo debe ser
redondo, o chato,
en una de sus caras
caben tres meses.
De este lado estoy
yo
con mi centro
universal; las mil y una noches
galaxias por hacer,
corriendome en la
sangre.
Caben los migrantes
en su nueva latitud,
los turistas, los
nativos, las verdes montañas,
el azul que llamamos
cielo,
el desierto en su
locura de polvo,
Joaquín Sabina,
twenty one pilots,
mis raíces lejanas
en su cosmos.
Cabe un maestro en
lucha, un obrero,
los jilotes de
cabello largo,
la juventud que en
su vuelo da cuerda
al por venir,
los años maduros
que apenas cumplo.
En este verano caben
cuarenta y dos veranos.
Este viaje a New
York que hoy me parece todo,
desde donde tu
estas, es solo un pellizco
una borona de vida.
Nada comparado
con la inmensidad de
tus días, tus cosas.
Las ideas, resultado
de tus pensamientos
tienen un contorno
en relieve,
tan claro, tan real,
que el resto, incluyendo me
a mi, es la otredad,
aunque parezca
mentira, lo otro también
cabe en el verano.
Beatriz Osornio Morales
Les cuento que hace unas semanas fue mi cumple y a manera de celebración he escrito esto.