Mi nombre es Beatriz, mamà escogiò ese nombre primero y despuès yo.
Para el mundo soy mexicana, para el mexicano mestiza, muy blanca para algunos y muy morena para otros. Nacì y crecì en Michoacàn, asì que en cuanto a identidad cultural dirìa que soy michoacana.
Soy lo que soy; soy la que no se queda quieta porque entiende que la vida con su inmenso pèndulo, puede golpear otra vez en cualquier momento. Me ha dejado tambaleando algunas veces pero aunque no soy valiente, soy resiliente y empiezo a levantarme antes de caer. Soy lo que he logrado de mi, soy lo que otros han hecho de mi persona, soy lo que sè que està llì pero aun no encuentro, y busco còmo nombrarlo. El cuerpo es pequeño en comparaciòn con el alma, èsta es honda y ancha, y alta, y tiene demasiada luz por donde se asoman unas sombras que son narcisistas y llenan el espejo con oscura grandeza. Es cosa de no desistir, sacarles la lengua y sonreìr.
Tengo los ojos cafès, casi àmbar o caramelo quemadito, son grandes e irregulares, son complìces de los sueños, si uno duerme el otro vigila, entra mucha luz por sus pupilas dilatadas.
Soy mujer, y me gusta ser, pero de gustos hablaremos otro dìa.
De chica decìan que era una chispa brincadora y yo me la creìa, sentìa que podìa hacer feliz a la gente con solo sonreìr, aun en la adolescencia, habìa un encanto en ser desenvuelta a pesar de la timidez. Moverme me ha mantenido en forma, pero estoy perdiendo poco a poco el encanto de la desenvoltura.
En la adolescencia me sentìa fea. Cuando un chico me tiraba los cannes como dicen, yo ni cuenta me daba, si lo notaba hacìa como que no, terminàban desilusionados por mi intelecto en el cual los enrollaba sin querer, miràndolos fijamente a los ojos, o en clase sacando mejores calificaciones que ellos, debìa ser insufrible. Jugaba al futbol, basket ball, al teatro, a todo y con todos, pero soñaba con los libros no escritos.
Como no tenìa suficientes libros a la mano, exploraba cada rincòn de la vida real a mi alcance, y hacìa mil preguntas sobre lo que hay al otro lado del agua, màs allà de las montañas, incluso encontrè uno que otro tùnel en el sol de una mañana.
Era bastante ingenua, de los descubrimientos sobre los hombres y las mujeres muchos no me gustaron como las platiquitas triviales de algunas chicas, la ligereza de lengua con que hablan los hombres entre ellos, con groserìas cada dos palabras, lo encuentro poco imaginativo, desilusiona la animalidad fìsica, la mediocridad (mediocridad en ser y hacer), la suciedad. Me costò crecer. Pensar y soñar, con eso me cobijaba y ellos empezaron a tratarme como rival o contendiente de un concurso. Tal vez por eso no me gustan las competencias ni responder a convocatorias. Se me hacìa tarde, todavìa se me hace, para irme de pata de perro.
Afortunadamente di con los libros, muchos; y di con otras partes de mi que desconocìa, di con las palabras para nombrar esas partes, pero aun quedan espacios innombrables que laten dentro de mi.
Soy mi estatura corta y el pelo escamoteado que ahora pinto de cualquier color, solo porque las canas en mi se ven sucias y feas, miento, siempre me gustò pintarme el pelo. A veces soy el placer de mi cuerpo, otras lo sufro cuando se enferma y no sè que hacer con èl.
Soy la mamà de mis dos hijos y la compañera de mi compañero. Soy la que escribe, la que se detiene frente a los discapacitados con reverencia, sin saber si es correcto escribir sobre ellos.
Mi juventud es otra historia, menos brillante pero màs intensa. Quizà algùn dìa escriba sobre eso, un dìa que la timidez me abandone o se descuide por unas horas.
Beatriz Osornio Morales