jueves, 19 de octubre de 2017

19 de Septiembre de 2017




El martes 19 de septiembre, yo estaba pasando por un tremor eufòrico, producido por el pànico. Debìa enfrentar nuevamente el servicio civil como parte del panel de prospectos a jurado. Cosa que venìa ocurriendo desde el pasado 6 de agosto, cuando acudì espectànte, màs no voluntariamente a la primera llamada. No sabìa lo que realmente implica sentarse por horas en un grupo de unas 49 0 50 personas desconocidas, sin saber lo que està pasando, sin saber lo que pasarà, para què caso te llamaron, tù naciste en otro paìs donde no tienen este proceso en el sistema judicial, un grupo de desconocidos sin nombre (por seguridad no se utilizan los nombres, sino nùmeros) sin otro remedio que hablar entre nosotros,  o mirar al vacìo por la ventana,  en la corte no permiten llevar celulares o electrònicos de ningùn tipo, y como en todo establecimiento burocràtico, la funcionalidad es ineficiente, la coordinadora de jurados tarda un buen en iniciar el proceso, que ya de por si es largo antes de la sesiòn jurìdica con el juez,  quien preside primero la selecciòn del panel de jurados, para enseguida moderar el juicio.

Nos habìan citado a las 8 am con la advertencia de no llegar antes, despuès de que te dicen que si llegas tarde o no te presentas puedrìa generarte una multa de hasta 200 dolares, asì que todo mundo puntual. Algunos llegaron un minuto o dos minutos antes y  automàticamente empezaron a hacer fila. Estamos acostumbrados a hacer fila para todo.  

Las ocho. Yo calculo haber llegado unos minutitos pasadas  las ocho y aun estaba cerrada la corte,  ya habìa fila bajo el ala sobresaliente del edificio ¿Mencionè que estaba lloviendo? para colmo lloviò cada uno de los martes que nos citaron, y el 19 no fue la excepciòn. Estaba oscuro y lloviznaba continuamente. Las ocho quince, la puerta seguìa cerrada, los que no alcanzaron a caber bajo el ala del edificio se empapaban mientras los minutos transcurrìan lentamente; ¿y te amenazan si llegas tarde? ja. A las 8:30 am por fin se aparece un guardia a abrir la puerta, pero antes de autorizar la entrada,  da el discurso de las prohibiciones dentro del edificio, lo que no està permitido y esas cuestiones, como si no hubièsemos esperado ya lo suficiente.


Ese dìa era un caso civil, asunto de tràfico donde una muchacha fue embestida en su carro por un hombrecillo lastimoso, daba pena verlo, tenìa los ojos notablemente abiertos y con un brillo que le daba la apariencia de ratòn asustado, debe haber estado muy nervioso. Se ve que planchò su camisa azul rey antes de presentarse a la corte, se arreglò el pelo y se afeitò, hizo un esfuerzo por parecer respetable. La vìctima no se veìa gravemente lesionada, obvio estaba sentada y supongo que habìa ya pasado por hospitalizaciòn y terapias de recuperaciòn. Dicen que la lesiòn fue en la cadera donde le colocaron un implante. Los abogados de ambos eran dos jovenes que parecìan inexpertos a simple vista.

El proceso de selecciòn de jurados para este caso fue el màs sencillo y ràpido de los cinco, los que juzgaron en este caso se quejaron despuès del tedio de escuchar la declaraciòn de los mèdicos por horas. Solo seleccionaron a cinco miembros de jurado que determinarìan el veredicto y la sentencia para el hombrecillo, al resto nos despidieron a las once. Esa fue la mejor parte del dìa. Habìa terminado el sismo judicial y el mundo tomaba un aspecto màs estable, por lo menos hasta el pròximo martes.

Ya en casa, antes de comer leì la noticia de que habìa temblado muy duro nuevamente en Mèxico. La semana anterior habìa temblado en los estados de Chiapas y Oaxaca  y aun habìa damnificados. Asì pase de un temblor jurìdico a un temblor telùrico.  Ahora eran Morelos, Puebla y CDMX. Anuncios de amigos que reportaban estar a salvo empezaron a inundar las redes sociales, asì como videos y fotografìas de los derrumbes, mensajes de familiares preocupados preguntando por aquellos miembros de la familia que radican en alguna de las zonas afectadas. Pronto  empezaron a aparecer tambièn las muestras de solidaridad de la gente. Se organizaron entre sì para apoyar en las labores de rescate, no esperaron a que viniera el gobierno a organizarlos o realizar operaciones, siempre llegan tarde...si es que llegan. Se me desmayaron las piernas y los brazos al ver las noticias, perdì el apetito, se me agolparon las emociones de orgullo, preocupaciòn, impotencia, tristeza, alegrìa al saber que mis familiares estaban bien, asustados, traumatizados por los efectos del intenso temblor, pero a salvo, dolidos por todo el dolor que desparramaba la catàstrofe: conocidos de conocidos, familiares de conocidos, hermanos, hijos, madres, padres que perdieron a sus hijos, a sus padres, a sus amigos, a sus abuelos, se veìa en todos los medios de comunicaciòn y yo veìa los muros fìsicos y emocionales derrumbarse ante mis ojos. El nùmero de los desaparecidos bajo los escombros era incalculable aun.




Mi hermana dice que ademàs de mecerse la tierra y las cosas, se sacudìan como coladera, las sacudidas le sacaban ruidos a las paredes y a los techos, o sabe dios si los ruidos vinieran de las profundidades de la tierra, se oìa como una làmina blandièndose, o como cuando se descompone la lavadora y el motor no arranca bien, o como un taladro perforando la tierra. A ella y a mi sobrina   les flaqueaban las piernas al tratar de bajar ràpidamente las escaleras externas en forma de caracol,  viven en el segundo piso y bajaron a prisa agarràndose de donde podìan.

Inevitablemente ante los restos,  todos los mexicanos recordamos el 19 de Septiembre de 1985, justo 32 años antes, cuando ocurriò una catàstrofe similar en el àrea central del paìs donde miles de personas perdieron la vida entre los escombros del derrumbe. Muchos lo vivimos entonces, lo sobrevivimos una vez, y muchos no  sobrevivieron esta vez. Yo estoy muy lejos ahora, a pesar de ello, sè que... Tras su pèrdida nos sentimos incompletos, enfermos, asustados. Pero no hay tiempo de ceder a la enfermedad, el miedo o la angustia, tenemos que rescatar a los que aun se pueden rescatar, reconstruìr sobre las ruinas y seguir viviendo, asì sea por desafìo a la adversidad y no tanto por estoicismo, hay que empezar de nuevo, como hacemos siempre los mexicanos.



Beatriz Osornio Morales. Imagenes de la red.

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