Acto heroíco 1 -de sociedad distópica
Nos deshicimos del whisky en el drenaje, según tú no quieres que vuelva a suceder lo de ayer.
Eran como las ocho y media de la mañana cuando me llamaste a la cocina, mostrándome algo en el mostrador con la mirada, algo que no se veía desde donde yo venía; se interponía un pedazo de refrigerador entre el mostrador y yo.
–¿Qué es lo que me estás mostrando? repliqué medio malhumorada por lo de hacía una hora.
–¡La botella, vaciala! será la última que compré. No puedo seguir haciendo eso.
–¡Ah, la botella! ¿y por qué no la tiras tú? proteste. A lo que no respondiste nada. Entonces comprendí que no podías hacerlo, no sé si porque pagaste un dinero por el licor, o porque precisabas una importante renuncia a uno de los únicos placeres accesibles de nuestra edad. Así que tomé la botella que contenía a penas un asiento del líquido color caramelo, tan codiciado y letal, tan suspicaz. Lo que supone que ayer tragaste a lo pendejo, eso explica el desplayamiento estúpido del que fuimos testigos todos, menos tú. Amaneciste como si nada, pidiendo sexo y queriendo robar cariños de mi sueño.
–Debe estar pendejo– me digo entre la modorra y la ofuscación. No tiene pena.
Ante la insistencia por despertarme, decidí que antes que nada, necesitábamos poner las cartas sobre la mesa.
–¡Díme una cosa! dije.
–¿Qué?
–¿En verdad quieres que te arresten?
–¿Queeeé?
–El idiota no se acuerda de nada– pensé.
–¿Qué diablos quieres decir?
–Ayer estabas más borracho que un perico comiendo higos fermentados. Hiciste un escenon vergonzante, furioso contra los resultados electorales. Cuando llegué de trabajar lo primero que dijiste es que estabas borracho y te sentías deprimido.
–¡Ay, borracho, cómo crees!
–Incluso estuviste llamando al 611, y al rato vino un oficial a preguntar si todo estaba bien, habían estado recibiendo llamadas de aquí. Yo te vi marcar una vez y me apresuré a quitarte el teléfono y lo escondí, pero antes de eso, no sé.
–Oh, no. ¿y qué le dijiste?
–Pues que habías marcado por error y estabas borracho.
–¿Le dijiste que estaba borracho?–
–Tuve que hacerlo, de qué otra forma se explica que alguien sea tan estúpido para estar llamando a emergencias por efectos de la furia. Está bien que te escandalices, eso es precisamente lo que hiciste ayer, un escándalo de mierda.
–Lo siento, no sabía.
–Según tú, querías expresar tu postura contra el descaro político, hacerte arrestar. Te figurabas que podías movilizar la simpatía de todos aquellos que también están desilusionados y enojados con los resultados, Viéndote arrestado por tu postura, los otros te seguirían haciendo lo mismo. Noble cometido, como te dije ayer. Pero, si te arrestan ebrio, tu postura no vale más que el escándalo de un borracho. Y tú alucinado con ese histrionismo de mártir….¡pobre vida!
Entonces te levantaste de la orilla de la cama, donde te habías quedado sentado escuchando lo inimaginable. Te pusiste la bata y dejaste la habitación con semblante molesto, o avergonzado. Yo me quede otro ratito en duerme vela, repasando las palabras recién dichas, las escenas de ayer, y hasta la furia multiplicada que se apodera de ti al ver las noticias, y multiplicada al cuadrado cuando bebes alcohol. Confieso que también quedé aliviada de haberte hecho desistir en tus arrebatos carnales.
Tirar el whisky, fue casi como beberlo. El placer de ver el bello líquido fluir de la botella a la superficie
del murmullo, apresurando su cuerpo hacia el drenaje, dejando un aroma fascinante tras su cuantiosidad.
–¡Esperemos que lo de ayer haya sido culpa del whisky, y no de tu mente que se descarrila– Concluí, tratando de tranquilizar tu angustia.
–No puedo seguir haciendo eso… repetías
Tu rostro mostraba un semblante de lástima por haber perdido un trago, y a la vez de alivio, como si
hubieses sido salvado de las garras de un león, y yo fuera la heroína.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.