Cuando hay
audiencia el soliloquio cesa.
Las voces
en la oficina se cruzan desorganizadas, ignorando la mitad de las otras voces (piip, piip, piiiiiip ¿Paso
bien el fax? -Con gusto le comunico
–Podría encontrarme el archivo de fulanito? –El pago esta hecho –Con copia para
el director por favor –En un momento le atiendo) y chocando a veces con la
premura de una respuesta.
A veces el
mono diálogo de la telefonista permanece por sobre todas las voces, gobierna
las masas de una audiencia invisible que mueve la rueda institucional a la que
pertenece sucinta mente.
El director
hace rato que corre de un lado a otro, solicitado por asuntos embarazosos
relacionados con el comportamiento de algunos estudiantes. Ha sido un día de
esos en los que un percance desencadena otro. Los adolescentes son válvulas de escape que
contienen material hormonal explosivo.
Durante la
primera hora, Cooper, sí, el mismo Cooper de siempre fue enviado a la dirección
por Ms. Call. Lo adivinaste, comportamiento inapropiado. La ventaja de estar en
la oficina es que la información se maneja de fase en fase, mientras te enteras
de una parte del asunto por un lado, más
información se presenta por otro y oyes el resto tras de las puertas, el caso está claro. Cooper le manoseó el trasero a
Reachel, la muchacha de apariencia oriental que me ayudó a encontrar el
salón de clases en mis comienzos como substituta en la escuela, tiene una
apariencia linda y delicada, piel blanca pero no traslúcida, pelo lacio y
largo, naturalmente oscuro, su
personalidad es agradablemente amigable. Mrs. Call se dirigía a su clase,
cuando observó lo ocurrido y lo reportó, de no haber sido por ella el hecho
hubiese pasado inadvertido. Cuando interrogaron a Reachel su actitud no fue de
negación ni de alarma, al contrario dicen que lo tomó con tranquilidad, lo que
sacó a Mrs Lovel de sus casillas. –Dices que está bien, pero vamos a revisar el
asunto, déjame decirte algo, y que te quede bien clarito –“No está bien aceptar
eso”, dijo alzando considerablemente la voz y mirando a la chica fijamente con
sus ojos azul celeste. -Es cierto que no es la primera vez que sucede, ni eres
tú la única a la que le ha ocurrido, pero eso no quiere decir que esté bien
aceptarlo. A tus padres no les haría
gracia enterarse de lo ocurrido.
El director
siendo hombre, normalmente deja las interrogaciones de las chicas en manos de
Mrs. Cecere, pero lleva tres semanas
ausente por una cirugía en el cuello, por lo que delegó la tarea a Mrs. Lovel,
una maestra de edad media avanzada y con voz suave, pero autoritativa. A Cooper
lo recibió el director en su oficina
después de una hora, y por lo que veo, esta vez tampoco fue tan severo con
él, un día en detención y en la escuela, nada que a Cooper le duela demasiado, sobre todo, nada que le
cueste al director la amistad con los padres del chico. Se oyen rumores de que
son influyentes.
Más tarde,
entra en la oficina un estudiante visiblemente molesto, la cara roja y la mirada
severa. Le pregunto si desea ver al director, a lo que responde positivamente
meneando la cabeza, y sentándose sin esperar a que yo le indique que puede
sentarse. “Nada como eso” pienso mientras marco la extensión. Recuerdo que no
le he preguntado el nombre, así que me apresuro a hacerlo antes de que el
director levante el receptor.
Acabo de
anunciar a Eric, el chico molesto, cuando dos estudiantes más entran acompañados
por la suplente de la maestra de Culturas Internacionales. Preguntan por Eric,
les digo que se encuentra hablando con el director. Los dos estudiantes afirman
que vienen a reportar que durante la clase uno de ellos fue empujado
fuertemente por él, tan duro que fue a
dar fuera de la silla y contra los mostradores que hay en la parte posterior
del salón. El otro estudiante dice ser testigo. Les indico que tomen asiento, habrá que esperar a que el director termine de
hablar con Eric para anunciarlos. La maestra se muestra conmocionada al relatar
carrereada mente lo ocurrido, y se va
porque ha sonado ya la campana para la siguiente clase.
Otra vez el
soliloquio.
-Secundaria de Poquoson, buenos días ¿En qué puedo
ayudarle? -Permita me, en seguida lo comunico –Caballeros, ¿Podrían bajar la
voz por favor? – Lo siento -¿Con quién? –Ah, sí con gusto le comunico –Un
momento por favor.
El teléfono
se ha vuelto loco. Pero la telefonista acostumbrada a ello, mantiene la calma
en la oficina, donde sin el teléfono reinaría un silencio sepulcral.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.
10 comentarios:
Pasé mi vida trabajando en secundaria con adolescentes, y haces un retrato perfecto. Siempre lo mejor, mis alumnos. De los compañeros no me acuerdo.
Expresiones
Piedra
Un reflejo muy bien narrado, me ha parecido que podía estar sentada entre todos los demás. Abrazos
También trabajé en una oficina y un poco sé de eso.
Un abrazo.
...como una pequeña "família" con sus altibajos y con los condicionantes que les rodean. El día a día en horario laboral...
Muy bien narrado.
Un abrazo, Beatriz
Fina
Gracias Miguel, pues mis respetos. No es sencillo enseñar a los adolescentes y si lo logras, seguro que es para rememorar más que cualquier compañero.
Qué bueno Ester, encontrar un lugar en los cuentos es de privilegiados.
Rafael, la oficina me causa fascinación.
Fina, muchas gracias por tu opinión sobre esta narración.
Beatriz, lo tuyo es la narración, leerte es todo un placer!! Un gran abrazo
...un placer leerte Beatriz.......tú relato.....muy bien estrucutrado.......me ha encantado..
saludos.
Ni el hombre, ni la mujer, fueron hechos para trabajar en oficinas y, sin embargo, nos obligamos a ello. Nos condenamos al fracaso sólo porque sí...
Saludos
J.
Si, yo trabaja en un ambiente así, solamente escuchaba los teclados de los computadores...
Una ajetreada oficina de un centro formativo, desmadrada por la acumulación de acontecimientos, bellamente contada.
Un saludo.
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