“Nunca antes
te he visto, pero eso no quiere decir
que seamos completos extraños”
En alguna parte de “Kafka en la Orilla” Murakami dice que el simbolismo
y la poesía han estado siempre unidos. No recuerdo las palabras exactas pero
ese era el mensaje central que me llamó la atención por lo siguiente.
A mí no me falta atrevimiento para aseverar que no solamente la poesía
está ligada con el simbolismo, sino que por medio de cuerdas invisibles, la
poesía y el simbolismo juntos, conectan
algo en las personas que viene y va más allá de las palabras, un significado que no es
revelado sino hasta el momento de ser escrito, y no es sino hasta entonces que
los símbolos acuden como un acto de revelación al mundo de la palabra.
Los objetos hechos por humanos son metáforas de la imaginación y el sueño del hombre. De
allí que surgen aforismos como “cada cosa se parece a su dueño” más aun, en el
transcurso de nuestras vidas vamos encontrando que los gustos y las tendencias
individuales revelan cierta parte de identificación entre una persona y un
objeto; A Consuelo por ejemplo, le gusta coleccionar jueguitos de té en miniatura, Manuel
tiene una gran colección de gorras de beisbol, en ambos casos no importa mucho
el valor económico, sino que es más bien una forma particular de ver el mundo,
inconscientemente quizá. Más de un individuo puede coincidir con Manuel o con
Consuelo, o puede gustar más de las flores, los zapatos, la ropa, etc. Pero
habrá siempre algún detalle único, personal en las particularidades de los
objetos que cada individuo prefiere.
Esos son ejemplos claros de que en nuestra vida vamos en busca de
encontrar o construir metáforas de nuestra existencia. Las mentes creativas van
a la cabeza, guiados por la imaginación y los sueños. La poesía es la epitomía
de esa realización.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.