martes, 4 de enero de 2011

HIPERESPACIOS

Hiper-esferas flotando



Esa mañana amaneció en tal estado de inquietud, que para Aarón la zozobra de encontrarse en espacio de alerta, era parecido a un descuido. Lo extraño es no tener motivos para el estado de alerta y estarlo.

La confusión reside en intentar separar la realidad y los sueños, que por supremacía de un momento se encuentran en el mismo salón. Paseándose entre los vestidos de las muchachas que bailan. Y al compás, de sus peinados construyen puentes altísimos, y los traviesos sueños brincan de un polo a otro, compitiendo por cruzar el puente sin ser tocados en el trayecto.
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En la mesa de los niños, notas escritas en rojo se pasan de vecino a vecino, mientras de un lado al otro, los angelitos, sacan la lengua haciendo ruidos grotescos y burlones con el fin de hacerse reír mutuamente. Es la única forma de hacer fiesta para los niños.
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En otra esquina del salón, en el mismo instante, en una fiesta de cumpleaños un Marín reniega de su patria. Su mujer le pone compresas en la frente para bajar la fiebre. Lo trajeron herido por la tarde. Luego, la mujer tiene que abandonar a su hijo para cuidar a un anciano con enfermedad terminal. Antes, el Marín hablaba de querer vivir en un lugar con venados y naturaleza, pero su mujer, habiendo vivido toda su vida en la naturaleza, se preguntaba cómo era posible querer algo así. La mujer del Marín pocas veces estuvo en la ciudad. Ahora lo que ella quiere nadie lo sabe, el anciano sabe escuchar pero olvida pronto. El Marín tampoco sabe lo que dice cuando está herido y nadie lo escucha. Delira.
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Detrás del velo del sonido está el tiempo que golpea una como tambora en la pared. Cada punto del momento reitera el golpe. En el mismo instante se hace la eternidad.
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Los sentidos siguen en alerta. El oído es el más paranoico de todos. A decir verdad, para Aarón el sonido se expande en propulsión, llega a expandirse hasta el tacto. En pleno golpe de tiempo, uno siente un tirón en los poros de la piel. Y toda estremecida por las ondas del ruido, la piel se agita despertando el sentido del olfato; los aromas se atraen de quién sabe cuál ausencia donde esperaron largo tiempo. ¿De qué amargo es éste oxido? la boca sabe a fierro tras de la fiebre. Aarón enciende un cigarro.
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En otras tierras, en otros continentes los drones exterminan con acierto, disparan a diestra y siniestra. Sus mecanismos son movidos por –podría decirse así- brazos robóticos de un corazón errático y distante, que piensa en su mujer y sus hijos mientras presiona los botones de ejecución. Cumple con su deber, eso los hará sentir orgullosos de él. El artefacto no tiene sentimiento de culpa tras la destrucción de mezquitas habitadas. A distancia, el Marín es fácilmente otro robot de Langley, donde se fabrican bajas humanas como proyectos militares.

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Aarón abandona el salón de baile, se dirige hacia el lado contrario de su domicilio. Sólo se detiene un instante al cruzar el puente, observa como la luna se aferra al paso del agua y deja una circunferencia untada en las rocas mojadas.

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Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

martes, 14 de diciembre de 2010


TUNEL NARANJA

 



Infancia era cavilar sobre los años

intentando reconocer vidas de luz;

transitando por un túnel de sol

reflejado en el río Lerma.


Esa era la esfera dorada

que no enturbiaba el azul,

ni el cristal roto

en las corrientes del agua.


Sus cortes finos…

temblorosas rocas, al trasluz

sepultadas por una claridad

de líquidos movedizos,

Eso eran la infancia

y la canción del Río Lerma.


Beatriz Osornio Morales, imagen de la red


Estimados lectores, con este post les dejo mis mejores deseos para días festivos, que se cumplan sus sueños de Navidad y pasen un feliz fin de año.
Nos vemos en Enero para estrenar el 2011.
FELICES FIESTAS!!



martes, 7 de diciembre de 2010

Semiótica

Curtiendo una piel

I

Pensar en hacer poesía es a veces una contraposición; no se puede ser categórico en que la poesía deba ser sensible o pensada, vivida o soñada, descubierta o inventada. No hay proporciones determinantes. La receta de un poema es el poema, y no podrá repetirse, por lo que se anula el término “pensar el poema”

II

Escuchando el término de “sueño lúcido” pienso en el onirismo; una atmósfera entre la realidad y el sueño, sin caer en un acto de fantasía o ficción, en una tierra de nunca jamás.

III

Sentir sin pensar, no es necesariamente libertad, irracionalidad. Yo diría que experimentar el impacto de una sensación sin razonar, es simplemente inconsciencia.

IV

Saber que hay una puerta por donde ha de llegar la posibilidad de escribir, que en un instante se trazará el dintel y se abrirá un universo, es saber que se está en espera de ello.

V

Vaya, el realismo no es hablar de formas simétricas, de cosas inanimadas, sin vida ni movimiento; el realismo es más bien saber encontrar el movimiento de lo estático, despertar la vida. El silencio habla.


Texto e imagen de Beatriz Osornio Morales


martes, 30 de noviembre de 2010

POLVO

 foto de Alberto Lucas Arias

 
El aire se ha parado

en un solo pie

saltando como cojo

alcanza los segundos que

se aferran al minutero

flotando en una vuelta

de polvo

fragmentar de roca

su crujir de piedra caliza

tirado en medio de la carretera

el asfalto frío

está adormecido



La noche mil veces oscura

precipita su cuerpo una vez más

hacia el instante vacuo

del negro

los miembros endurecidos

muerte moribunda

reloj descompuesto

hermana del día



sopla la muerte coja

sopla como si la vida

estuviera hecha de cenizas y cal

como si fuésemos ya la muerte

que no encuentra las manecillas

se queja de un brazo roto

un a dios





Beatriz Osornio Morales

martes, 16 de noviembre de 2010

TIEMPOS DE AMOR



Se nos hizo verano amor,

nos extasío el paisaje agostino,

entre los brazos, los montes

se cubrieron de mirasoles.



Se nos volcó el otoño en

hojas secas, muertas exquisitas

que soportaron nuestros cuerpos,

desnudos murmullos en los pasos

bajo la rueda del mundo en marcha.



Pronto nos atardeció el invierno.

Quedamos con los huesos cansados,

en la nieve que juega a ser novia,

su baile de sota rompe la sombra

de los árboles reptantes. Nuestros

huesos siguen por el hielo inseparables.



Dormimos para soñar con teatros

abiertos, cafés al fresco alas altas

horas de la noche, sin peligro

de que vengan los sicarios a cortar

cabeza al sueño, o el brazo a al amor

donde la ciudad es un poema.



¿Nos despertara la primavera,

ese pájaro de colorido plumaje,

sobrevolando nuestra ventana,

sembrando cielos de esperanza?



Hasta entonces, duerme conmigo

los tiempos de amor.

Hasta que nos despierte el calor

con los labios mojados.

La realidad nos pertenece.




Beatriz Osornio Morales, imagen de PICASSO



martes, 9 de noviembre de 2010

CRECER

A Kristian y Markos por llenar mi espacio con su magia. Y porque no podemos saber del todo la sustancia de cada cielo azul.


I
Tengo tres años y medio; juego al fuego que salta en la chimenea de mi casa. A veces brinco afuera, a veces brinco adentro. Otras veces, cuando salto me crece una mariposa en los labios y una crisálida en las piernas. Luego se van volando, siempre hay algo que se va. Les he puesto el nombre de los colores: Me siento, doblo las rodillas, las abro y salen más mariposas amarillas, las cierro y las violetas se van revoloteando. Digo azul y la llama crece, roja la risa que frecuentemente me temo que se agote, ahorro la risa para derrocharla otra vez. Repito el movimiento hasta llenar el jardín de colores.

II
La gente se ríe de mi cuando digo que los carros tienen luces en las rodillas, y en la cabeza las patrullas, cada luz tiene su posición. Que se abren las flores del semáforo para que el muchacho de los malabares termine su juego, o coleccione pelotas. Las monedas las recibe en la orilla de la carretera, mientras los carros avanzan. No sabía que regalaran dinero por jugar a las pelotas en el semáforo.

III
Dicen que las hojas mueren porque es otoño, pero es sólo que doblan la cabeza y se van al cielo. A mí no me gusta el cielo, es muy lejos y está lleno de cosas muertas. Tía Molly murió un año después de la Navidad. Así nomás de repente, de ser buena y traer los regalos que por ser tan buena dejaba santaclaus en su casa, se puso quieta y muy blanca, no le sienta bien el blanco.

IV
De chico tenía un juego de números que eran como de esponja, sólo eran diez pero se podían acomodar de distintas formas para hacer más números: El 1 con el 0 hacían el "diez", luego cambiando el cero por otros números, se iban llamando diferente...lo que son los nombres. Había dos números que no se podían acomodar con ningún otro número, eran el número "libélula" y el número "pez" esos eran algo especial.
Luego crecí, ahora tengo tres años y medio. Un día el juego de los números desapareció. Oí a mis papás decir que lo donarían a una beneficencia; no sé donde sea eso, pero debe ser un lugar muy pobre con niños pequeños que no pueden salir a jugar afuera.

V
Ahora soy artista; pinto y dibujo iglesias, unas en el piso y otras flotando en el aire porque están lejos. Hay soles verdes que dan sombra, pero mis favoritos son los soles amarillos brillantes con destellos naranjas, son muy calientes. También dibujo letras y números aunque dicen que a las personas que hacen eso, se les llama de otro modo, no son artistas. Mamá lo hace todo el tiempo, lo de las letras, llena hojas y hojas de letritas muy juntas, yo la veo encantado, no son sus letras lo que me gusta ver, es su cara  tan  diferente, la cara de mamá cuando escribe se parece a los soles amarillos.


Beatriz Osornio Morales.Imagen de la red

lunes, 1 de noviembre de 2010

MORIMOS JUNTOS

Una forma de celebrar el día de los muertos en mi país, es comiendo calaveritas de azúcar. Algunas son hermosas, además de dulces. Por ello hoy me atrevo a celebrar en éste su blog, con el goce de los amantes. La más dulce forma de morir.


Muchas crueldades ocurrieron,

y algunas lagrimas

florecieron nuestros ojos.


Brotaron palabras

en condiciones inusuales,

¡Gocémonos amada!


Por encima del mármol

hablamos de la muerte, Niña

de la dulce Muerte.


Contrayéndonos

en un mismo cuerpo,

todo canta,

hasta el miedo.


¡Concédeme sentirte

dentro,

donde surge la eternidad!


No somos ya capaces

de separar las lenguas,

húmedas de sexo.


Con palabras

que son como plegarias,

decimos que

¡Morimos juntos!


Así nos reinventamos;

en éste acto amoroso

de muerte poeta,


y nos vemos los nuevos ojos

con aquella ternura,

que no termina de murmurar:


“Cuando nos miremos

el uno al otro, y nos

sorprenda parecernos tanto…

¡Gocémonos, amado!


Beatriz Osornio Morales, Imagen de la red -osario-



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