Sol estaba ocupada
preparando su próxima clase de Español, pero ya que estaba allí,
empecé a hablar, ella escuchaba, o eso pensé mientras rumiaban sus
ojos de los papeles al monitor de la computadora. Las cosas empezaron
a salir de no sé donde. Eran volcanes hirviendo, a punto de estallar
sin darse cuenta, sin darme cuenta.
No hablo de mí a
menudo. La falta de alguien cercano pero no tan cercano como tu
pareja o tus hijos, hace que la presión emocional a veces vaya
construyendo capas en los nervios sensibles, que normalmente no
existen, hasta que los despierta la voz del yo, ese pobre diablo que
suele sentir pena de sí mismo, y lo disimula alardéando, poniendose
siempre en el lugar de la primera persona. Pero hay días que la
casualidad hace que abras sin querer esa puerta secreta a las
emociones. Casi nunca se abre a propósito, porque muchas veces ante
los demás es preferible no sentir, mejor dicho, mostrarse
emocional, sobre todo en este país con manía de positivísmo.
Supongo que si hay
que culpar a alguien o algo, la indignación de la cafetería donde
los estudiantes se portaron de lo peor a la hora del almuerzo es el
punto negro. Al terminar de monitorear la media hora que me había
tocado, algo me decía que quizá era mejor estar sola, pero habíamos
quedado con Sol que pasaría a verla. Sentía que hablar era lo que
menos necesitaba y al final, resultó que sí ¿lo necesitaba?
Al salir de allí
sentía la cara caliente, y una extraña agitación por todo lo que
dije en el transcurso de ¿20 minutos?, cosas que no había contado a
nadie porque aun calan, como lo de Alex llamando al 911 por una
rabieta. En la escuela les habían estado enseñando sobre los
derechos civiles. Ese día le prohibimos usar el electrónico a
manera de castigo, ni siquiera recuerdo porqué, nada grave supongo,
al sentirse castigado, quitandole temporalmente su derecho a
utilizar su propio electrónico cuando él quisiera, era la más
grande injusticia del mundo. ¿Y las responsabilidades? Al parecer a
la maestra de Ciencias Sociales se le pasó mencionar que con los
derechos van las responsabilidades. En tercer año los niños no los
relacionan. Un agente del 911 marcó de regreso para verificar lo que
les había dicho Alex unos minutos antes. Mi marido le explicó que
se trataba de una rabieta de chicos y allí quedó la vergüenza, que
vista desde hoy es más bien un churro, comedia de la vida.
Aquí en la
secundaria ocurre un tanto peor desde las elecciones. Sobre todo en
el comedor, la única hora que los estudiantes tienen para
socializar, están fuera de control. La secundaria es la edad de la
groseria.
Sol no tenía que
saber sobre mi marido y mis hijos, ella no tiene hijos, no tenía que
enterarse sobre ningún problema cuando estaba ocupada. Además de
mencionar que estaba preparando su siguiente clase y en las pasadas
semanas habían estado aprendiendo sobre El Día de Los Muertos, no
habló de sí misma. Eso es lo que llamo ser profesional. De vez en
cuando se encuentra uno de manera inesperada una casual silla de
psicólogo.
Beatriz Osornio Morales
6 comentarios:
Bonito relato el que nos dejas.
Un abrazo.
DE lo contrario sería una catarsis dual o recíproca, y no se daria la terapia. Esa freudiana de desatar la lengua en el sillón, mientras el interlocutor sólo escucha y hace preguntas, sin poner de manifiesto su adentro. Un abrazo. carlos
Me encanta tu definición del yo, creo que es muy acertada! Me identifico con tu relato, y me pregunto si del aguna manera el hecho de ser extranjeros resulta en cierto encierro en en nosotros mismos. Es posible que en el esfuerzo por integrarnos vamos muy lejos, nos hacemos un poco una sombra? Ah, un poco fuerte la idea pero quién dijo miedo?
Un abrazo, me voy reflexionando.
Para evitarme esos diálogos unilaterales es que no tengo amigos... Y soy un ermitaño en mi propio hogar... Nadie me molesta y, lo más importante, no molesto a nadie.
Al menos así lo creo.
Saludos,
J.
Siento que a muchas maestras, se le pasó eso de mencionar que con los derechos van las responsabilidades.jajaja
Muy buen relato! Me ha gustado mucho y sí..a veces encontramos, será por la suerte de la necesidad, una casual silla de psicólogo
Besotesssssssss
Ha sido todo un placer pasar a leerte Beatriz. Es bueno que de vez en cuando encontremos esa silla casual "hablo por mi".
Besos.
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