Recuerdo
el día que me amigue con una sombra. Era la tarde antes de mi cumpleaños en
Carolina del Norte.
Comimos en Fish Heads, un restaurante que está
construido en uno de los malecones, erigido sobre la arena y el mar, elevado
con unos postes y tablas de madera, de tal forma que el armazón es lo único que
evita que las mesas y los comensales estén en el agua, bueno y unos cuantos
metros de vacío, donde juega el viento a esconderse del azul. En fin, después
de comer regresamos al hotel a descansar un rato, los niños y L decidieron
darse un remojón en la alberca. Yo preferí dar un paseo por la playa frente al
hotel.
La
tarde estaba cayendo y la brisa era encantadora. Saqué la cámara, a veces
ver a través del lente completa la experiencia del momento. Pero ¿A quién iba a
fotografiar? había mucha gente desconocida, unos tomando el sol, otros nadaban
o jugaban con las olas, y uno que otro pájaro de arena se paseaba en la orilla
dorada, cerca de los bañistas. La transparencia del agua reflejaba un azul
turquesa casi como de Caribe. Camine
unos metros por donde las olas mojan la arena, a ratos las olas alcanzaban a
mojarme los pies.
De
pronto note algo que se movía rápidamente en el piso, era un pequeño cangrejo que corría de hoyito
en hoyito, era diminuto y albino, casi ni se distinguía del color de la arena,
excepto por el movimiento. Fue cuando note que otra cosa se movía conmigo. Una
sombra larga y fina se inclinaba hacia
el agua. Me moví a propósito para ver que hacía, la sombra se movió. La capte
en el lente, la sombra posó entusiasmada y continuamos un rato intercambiando
movimientos, cambiando de pose ella se dejaba empapar por la espuma, era linda
en su vestido de espuma que a mí me hacía cosquillas. Los que miraban desde su
lugar a la mona que fotografiaba el piso
parada en un pie y después en el otro, seguramente pensaron que
estaba loca.
Semanas
después, cuando escribía para no olvidar, ella, en la que se convirtió el
recuerdo, se sentía tan triste, que al intentar proyectar la sombra, se tambaleaba y caía cada
cambio de pie. Es como si aquella figura
ágil y alargada, hoy sufriera osteoporosis. Costó invertir un tiempo
considerable acomodando cada pose y movimiento para completar lo ocurrido. A
diferencia de aquel día, hoy, los que observan a la mujer que toma fotografías
del piso, no ven la sombra, asumen que
le gustan los cangrejos de playa. El hombre de la pareja de asiáticos que
observaban desde su silla bajo un parasol, salió a perseguir a los cangrejos en
actitud infantil, se doblaba por la cintura para poner el lente de la cámara más
cerca del hoyo, y así, ver de cerca cuando el crustáceo saltara a la superficie. Correteaba el
hombre de un hoy a otro, mientras la mujer jugaba en las orillas, sin dejarse
alcanzar por las olas.
Beatriz Osornio Morales.
Nota: Esta es la segunda versión del texto publicado previamente en Una Luz Màs, mi otro blog, donde tuvo buena recepción, espero les guste.
12 comentarios:
Precioso relato, Beatriz. Tierno y naturalista. Humano. Un abrazo desde el Mediterráneo. Ven cuando quieras. Saludos.
Gracias Josè. Realmente estoy animada a seguir escribiendo, tù sabes còmo cuesta a veces. Pero este año 2018, empieza con tezòn.
Saludos.
La gente siempre tiende a pensar que todo aquel que hace algo que no entiende está loco o debería de estarlo. De otro modo no se explica.
Saludos,
J.
Muy bonito relato, ha sido un placer leerte.
Un beso.
Hola Beatriz , lo primero quiero darte las gracias por asomarte a mi casita virtual , y dejar allí tu interesante comentario y tú huella , y ahora si me lo permites decirte que me gusta mucho este cuento , es muy dulce y cariñoso , y con tu permiso voy a ver tú otro blog , te deseo una feliz tarde besos de Flor.
Qué bonito... está bien parecer la loca de las sombras o de los cangrejos, esas fotos captaban momentos de calma :)
Bss
Me ha encantado el relato, hacía tiempo que no te visitaba, y espero hacerlo con más frecuencia en adelante, pues me encanta como escribes. Te deseo un feliz año y sabes que no te olvido. Un abrazo fuerte.
Me ha gustado tu relato Beatriz. Me viene a la memoria un día que me dijeron si estaba loca porque me tumbé boca arriba para hacer una foto, fue de la única manera que podía captar lo que quería.
Besos de Espíritu sin Nombre.
Me parece un gran relato. Escribir es entregarse a la fascinación de la ausencia del tiempo. También es un oficio solitario.
Un beso, delicada Beatriz.
No todos, en el campo de la fotografía se dejan asombrar.Unos, como diría Pivaso, solo buscan, cuando deben encontrar, y es el asombro. Un abrazo.Csrlos.
No todos, en el campo de la fotografía se dejan asombrar.Unos, como diría Pivaso, solo buscan, cuando deben encontrar, y es el asombro. Un abrazo.Csrlos.
No todos, en el campo de la fotografía se dejan asombrar.Unos, como diría Pivaso, solo buscan, cuando deben encontrar, y es el asombro. Un abrazo.Csrlos.
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